Hoy he andado perdida por Grecia, es allí donde mi imaginación y ganas de soñar me han arrastrado.
Hace mucho años estuve allí, fue mi viaje fin de carrera, cuando me licencie en Historia del Arte. Parecía un destino obvio para esos locos bohemios que seguimos buscando la belleza en tiempos pasados, en viejos lienzos, esculturas mutiladas y edificios reducidos a piedras.
Disfruté muchísimo aquel viaje, desde el minuto uno. Viajé en un avión por primea vez y aterrizamos en uno de los aeropuertos más complicados el mundo, el de la estrechísima península del Pireo. Entonces era joven, con unas ganas enormes de comerme el mundo y no pensaba en peligros ni problemas, solo en vivir, volar y exprimir cada segundo.
Me sentí Afrodita paseando por la Acrópolis. Recuerdo lo impaciente que estaba por llegar a lo alto del monte done se erige, ascendiendo por un camino de piedras que me daba apuro pisar. Por allí habrían pasado filósofos, senadores y artistas de la antigüedad clásica y yo, una misera mortal, estaba en tierra de dioses y héroes. Enmudecí sintiéndome diminuta frente al Partenón y no podía apartar la vista del pórtico de las cariátides en el Erecteion.
No preocuparos no os voy a describir todo lo que vi, por muy maravilloso que fuera, pero si lo que sentí.
Me sentí aventurera paseando por las calles de Atenas por las noches y comiendo cosas que eran nuevas y sorprendentes para mi, Grecia es una tierra con una gastronomía de potentes sabores. Fui feliz comiendo una bocata sentada en mitad del campo entre olivos contemplando a lo lejos un templo clásico. Soñé viendo los atardeceres más hermosos del mundo entre las ruinas de un teatro con el mar a sus pies. Intenté aprender a bailar un sirtaki y vagué sin rumbo entre los pequeños pueblos de las islas griegas que visitamos, en una de ellas, Egina, comí, sentada en sillas de enea descoloridas y entre redes de pescadores, el mejor pulpo roquero de mi vida.
No hubo lujos, ni glamour en ese viaje, solo fue una escapada al pasado y aprender de la sencillez de la gente que vive con lo justo para ser feliz.
Siempre he pensado que acabaría mis días allí, en Grecia, en un pueblo marinero con vistas privilegiadas al mar, contemplando el horizonte sin miedo y aceptando las ruinas del pasado.
Ese pensamiento sale a veces inconscientemente de mi mente hasta tal punto que acabé escribiendo una novela "La ilusión vite uniforme" cuyo final se desarrolla en ese escenario y cuya protagonista se llama Zoe, que proviene de la misma raíz que Zorba, si, ese que conocemos por la novela o la película "Zorba el griego". Ambos nombres significan "vive cada día".
La bellísima novela de Nikos Kazantzakis nos muestra a un joven adinerado y serio hombre de letras, que viaja a Creta acompañado de un hombre humilde que le muestra lo hermoso que es vivir.
¿Quién no ha escuchado ese último sirtaki al final de la película? Ese es el instante en que Zorba le enseña a bailar y reír olvidando el dolor y la perdida:
"Soy el hombre más sencillo que existe, pero cuando siento un grito en mí, no acepto transformarlo en una vocecilla para complacer a los mudos y a los tartamudos, pues yo no deseo agradar a nadie, ni tener discípulos ni ser discípulo. He venido a este mundo algunos instantes y quiero lanzar un grito y partir. Nada más."
Bailemos, gritemos, riamos, vivamos cada segundo como si fuéramos a morir mañana o mejor aún, como dice el sabio Zorba, vivamosla como si nunca fuéramos a morir.
Al fin y al cabo "¡qué extraña máquina es el hombre! Usted le mete pan, vino, pescado y rábanos y salen suspiros, risas y sueños."
Pues soñemos y...vivamos.
¿Qué cual es mi consejo hoy? Disfrutar, poner buena cara al mal tiempo y ser hermosas por dentro y por fuera. No hace falta gastar mucho, a veces la sencillez y la naturalidad es la mejor forma para mostrarnos al mundo.
Os dejo unos productos de Oriflame que están en oferta y son de excelente calidad.
¡Ah! y no olvidemos aprender a bailar un sirtaki, por algo se creó para esta película.
